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martes, 21 de diciembre de 2010

UNA TAREA PENDIENTE: CRECIMIENTO CON IGUALDAD


Chile, según la revista Capital, es “Top Ten” en desigualdad. Los datos son elocuentes: nuestro país presenta un índice de Gini de 57,1 ocupando un lamentable el décimo tercer lugar siendo este ranking liderado por países como Namibia, Lesotho, Haití, Brasil, entre otros. De los países entre los 20 más desiguales del mundo Chile es el que tiene el ingreso per cápita más alto y tiene un Índice de Desarrollo Humano (IDH) más elevado que sus pares. La situación al interior del país es preocupante: el quintil más rico posee 13 veces el ingreso del quintil más pobre situación que no ha mejorado durante la administración de la Concertación. La desigualdad en Chile se mantuvo desde el último día del gobierno de Pinochet hasta el fin del exitoso periodo de gobiernos de la Concertación.

La desigualdad y la pobreza se convierten en un tema ético que necesita la intervención de terceros puesto que las condiciones que la generan no son elección de la gente en situación de pobreza sino que son parte de un legado del mal manejo de estos asuntos.  Las políticas de los gobiernos de la Concertación orientadas a la búsqueda de disminuir la desigualdad existente en nuestro país claramente no han obtenido los resultados esperados.

Las estremecedoras cifras antes expuestas son el resultado de la mala aplicación de políticas públicas impulsadas en estos 20 años. Macroeconómicamente, la Concertación aumentó sistemáticamente los impuestos con el fin de mejorar la distribución pero no advirtieron los efectos no deseados del alza tributaria: menor generación de empleos y un lamentable descenso en los niveles de crecimiento. Educacionalmente, los expertos de todas las tendencias coinciden en que los estudios universitarios son la mejor fuente de movilidad social en nuestro país. O, dicho de otra manera, las diferencias en el acceso a la educación superior son la mayor fuente de desigualdad. Si bien en estos 20 años se ha avanzado muchísimo en cuanto a cobertura el panorama actual sigue siendo desalentador: de 100 jóvenes de veintiún años del quintil más rico, cerca de 80 están cursando estudios. En cambio, menos del 20% de los jóvenes del primer quintil acceden a la educación superior. El emprendimiento sin duda es el área que la Concertación dejó más de lado, es tremendamente necesario modernizar el Estado para que sea más eficiente, transformándolo en una fuerza que motive la creatividad e innovación de las personas.

La Concertación habla mucho de la desigualdad, pero fracasó rotundamente al momento de solucionarlo. La centro – derecha, a su vez, históricamente ha dejado pasar el tema, priorizando el crecimiento. Es claro que disminuir la brecha es una labor compleja y de larga duración. Pero esto no es una excusa para no intentarlo. Es realmente urgente mejorar la calidad de la educación especialmente en los quintiles más pobres para que estos puedan forjar su propio destino en base a su esfuerzo y ganas por salir adelante. Las pequeñas y medianas empresas generan más de la mitad de los empleos y no hay duda que su mejor desempeño está relacionado con la mejor distribución del ingreso; es deber del Estado promover su crecimiento con medidas como la baja de impuestos de timbres y estampillas que les encarece absurdamente el acceso a crédito.

            Fallar en la tarea de la pobreza y desigualdad es faltar a la obligación principal del gobierno. Este es un problema ético que debe atacarse eficazmente para que no nos comparemos con países que presentan altos índices de desigualdad sino que en el futuro lo hagamos con países exitosos que han encontrado un equilibrio entre crecimiento e igualdad.




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